El cepillo de dientes es un cliché. No hay programa del estilo comedia romántica que no muestre a la mujer dejando el cepillo de dientes en la casa del hombre y este lo tome como las invasiones inglesas.
Recuerdo que salí un tiempito con un chico muy lindo... un cuerpo bárbaro, el mejor culo del conurbano sin lugar a dudas. Pero con un gran problema (No ese que piensan no). tenía lo que algunas psicólogos llaman el Síndrome de Peter Pan. Y estaba orgulloso de ser un niño eterno inmaduro y narcisista.
Nos juntábamos en San Juan y Boedo, él trabajaba por ahí, e íbamos a su casa en la moto.
En el departamento tenía más espejos que un probador de shopping. Y como vivía prácticamente en el gimnasio se pasaba largos ratos mirándose y contemplando lo que hizo con ese cuerpo.
Pero la anécdota viene ahora.
Una noche fuimos a comer comida española a un lugar en zona sur y luego a su casa. Como habíamos comido calamares con perejil y varios condimentos (nunca una ensalada yo) apenas llegamos a la casa, saqué de la cartera el cepillo de dientes, me lavé y como estaba mojado lo dejé en un vasito en el vanitory.
Él no se dio cuenta. Y yo me olvidé.
Al otro día me levanté y me fui. Cuando tomé el 93 me dije: el cepillo.
Lo cierto es que esa noche, no me llamó.
Y tampoco al otro día.
Dos días después y porque yo lo llamé hablamos.
Estaba muy mal. Analizaba y procesaba mi olvido, veía fantasmas, hijos dando vueltas por la casa, casamiento, vacaciones en familia, un perro, cambiar la moto por el auto...
Yo le decía que se quede tranquilo, que me lo había olvidado, pero no. Él no lo entendía.
A los pocos días nos peleamos, a mi me molestó su paranoia y a él mi cepillo de dientes.
Recuerdo que salí un tiempito con un chico muy lindo... un cuerpo bárbaro, el mejor culo del conurbano sin lugar a dudas. Pero con un gran problema (No ese que piensan no). tenía lo que algunas psicólogos llaman el Síndrome de Peter Pan. Y estaba orgulloso de ser un niño eterno inmaduro y narcisista.
Nos juntábamos en San Juan y Boedo, él trabajaba por ahí, e íbamos a su casa en la moto.
En el departamento tenía más espejos que un probador de shopping. Y como vivía prácticamente en el gimnasio se pasaba largos ratos mirándose y contemplando lo que hizo con ese cuerpo.
Pero la anécdota viene ahora.
Una noche fuimos a comer comida española a un lugar en zona sur y luego a su casa. Como habíamos comido calamares con perejil y varios condimentos (nunca una ensalada yo) apenas llegamos a la casa, saqué de la cartera el cepillo de dientes, me lavé y como estaba mojado lo dejé en un vasito en el vanitory.
Él no se dio cuenta. Y yo me olvidé.
Al otro día me levanté y me fui. Cuando tomé el 93 me dije: el cepillo.
Lo cierto es que esa noche, no me llamó.
Y tampoco al otro día.
Dos días después y porque yo lo llamé hablamos.
Estaba muy mal. Analizaba y procesaba mi olvido, veía fantasmas, hijos dando vueltas por la casa, casamiento, vacaciones en familia, un perro, cambiar la moto por el auto...
Yo le decía que se quede tranquilo, que me lo había olvidado, pero no. Él no lo entendía.
A los pocos días nos peleamos, a mi me molestó su paranoia y a él mi cepillo de dientes.
* No me gustan los hombres musculosos, acepto pancita de cerveza y algunos afines.
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